13 jun 2011

Memorándum sobre unas cuestiones de tutoría: ideal y realidad

Lo que me – un servidor es alumno licenciado en historia que ha realizado el M.U.P. – sorprendió durante la asignatura “Orientación escolar y tutoría” fue la gran diferencia entre la teoría y la práctica.

En la teoría el ser tutor es un trabajo “impresionante”, admirable. El tutor es, aunque de manera indirecta, el responsable del desarrollo de sus alumnos. Da orientación y consejos a sus alumnos, les ayuda creando lazos de confianza, les motiva. No es un dictador de pura lógica ni el psicólogo que hoy en día cualquiera persona piensa ser o tiene. El tutor es como un consejero, ayuda a alumno en su decisión de cómo gobernar a su futuro, detectando los posibles riesgos y aprendiendo de errores. El tutor es lo que fue Aristóteles para Alejandro: no le da puramente conocimientos, sino también valores, la visión del mundo, como funciona y que papel desempeña. Antes del sistema escolar creada a nivel nacional por los estados desde el siglo XIX, o en parte por las instituciones religiosas como lo habían hecho los Jesuitas, la educación era rasgo de la elite socio – económica en el mundo occidental. Los profesores solían educar a pocos alumnos, cuyos padres estaban muy interesados tanto en los conocimientos como en la ética que transmitía el profesor – tutor. Era una relación muy personal.

Eso cambió durante los últimos dos siglos: las clases aumentaron, sus alumnos no eran necesariamente familiares ni tenía el profesor la posibilidad de conocer a los alumnos de una manera individual. Por la simple cantidad de los alumnos se solía favorecer las clases magistrales, imponiendo una disciplina con penas violentas.
Esa situación iba “mejorándose”, pero al inicio del siglo XXI está aún lejos de alcanzar la meta del tutor ideal. En la practica el tutor es un trabajo duro sin recompensación ni – en muchos casos – reconocimiento. El tutor suele recibir la culpa de los fracasos del alumno, tanto académicos como éticos. Probablemente la sociedad haya otorgado al tutor las funciones de los padres, aunque realmente no debe ser así ni es posible.

Esa asignatura pretendía “corregir” la imagen del tutor, no se debe tener una visión negativa – pesimista ni al ideal positivo, sino el camino intermedio entre los dos extremos. Precisamente eso es la dificultad – cumplir la simbiosis de la teoría con la práctica, un ideal práctico. Para poder lograr esa transición se tiene que tener en cuenta a dos factores, claramente expresados durante dicha asignatura. Primero el
  • factor del contexto. La situación económica, familiar y cultural son todos influyentes, destacables. Porque no es lo mismo ser tutor en un centro escolar en Berlín – Tempelhof que en Zaragoza. Cuanto más ajeno está el tutor culturalmente del alumno, cuantos más problemas ajenas al ámbito escolar tenga el alumno, más difícil es el trabajo del profesor y menos necesario es visto su función. El segundo factor ya no es tan fácil de manejar:
  • el carácter del tutor, su personalidad. Si no es capaz de escuchar, de interesarse, si se siente incomodo hablando con el alumno, entonces no es capaz de ser profesor. El tutor debe tener las mismas habilidades como el alumno. Un alumno debe escuchar al profesor, entender lo que dice y expresarse adecuadamente – igual como un tutor.

En conclusión, como lo dice Charlie Brown en la caricatura, el tutor no debe ser un psicólogo, pero si una especie de Coach. El típico entrenador de un equipo de American football, así como el estereotipo en las películas de deporte, enseña a sus alumnos técnicas, tiene autoridad y respeto, es consejero y amigo, y también tiene algo de “psicología” sin haberlo estudiado.
Edna Krabappel - no una tutora ejemplar.
Sin embargo, eso requiere una larga y continua relación entre alumno y tutor, deportista y coach. El problema que veo en la tutoría española es que no se posibilita establecer dicha relación. Existen tutores que tienen pocas clases como profesor con los alumnos, y cada año se cambia la tutoría. En Alemania mi experiencia era diferente: los tutores se tenía como mínimo durante dos años, y además solían dar las asignaturas troncales. De mis cinco tutores tres daban lengua alemana, uno matemáticas y uno ingles, me recuerdo tanto de sus nombres como de sus caracteres. Se puede decir que hay el peligro que el “tutor no caiga bien al alumno” – en esos casos no se debe olvidar que el tutor es - estoy consciente que suena muy mal - como un familiar, no un amigo. No se le puede elegir y se tiene que intentar a convivir con la persona que se tiene.

Eso es lo que hay que destacar: el tutor debe conocer y respetar al alumno y viceversa. Teniendo solo un año escolar de contacto no se puede logarlo. La asignatura intentaba logar esa meta dando unas horas teóricas, casi filosóficas durante las primeras dos horas, mientras que se concluyo con dos entrevistas a dos tutores diferentes. La diferencia entre el ideal abstracto y la realidad anecdótica llenos de ejemplos era muy destacable y la combinación de ambas partes es difícil de logar.
El estudiante el M.U.P. está ahora más preparado, quizás, conociendo las metas que tiene el estado y la situación real de los centros escolares de Pamplona.

(Fuente de imagen: SCHULZ, Charles M., Prima Peanuts, Edit. Lingen Verlag, 1988, Colonia)


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